
El joven delantero del FC Barcelona, Lamine Yamal, arrastra una molestia en la zona inguinal compatible con pubalgia que volvió a encender las alarmas del cuerpo técnico. Aunque ha dejado destellos de su talento en los últimos partidos, la dolencia no termina de desaparecer y obliga a gestionar sus minutos con lupa: días de buena respuesta alternan con jornadas en las que el dolor reaparece, sobre todo tras esfuerzos explosivos, cambios de ritmo y cargas acumuladas en semanas intensas de liga y competiciones europeas.
La preocupación no se limita al corto plazo. En jugadores tan jóvenes, una pubalgia mal gestionada puede convertirse en un problema recurrente si no se combinan descanso, fisioterapia específica y un plan de trabajo que ajuste volumen e intensidad. El área médica del club prioriza ahora la descarga muscular, el fortalecimiento de la cadena abdominal-aductora y la corrección de microgestos que agravan el cuadro; el cuerpo técnico, por su parte, evita sobreexigirlo, lo mantiene en su posición natural y pauta intervenciones cortas pero de calidad, protegiendo aceleraciones y sprints innecesarios.
El objetivo es claro: cuidar el “diamante” y evitar que el dolor condicione su gesto técnico o su confianza. ¿Qué sigue? Un calendario escalonado: sesiones de recuperación activa, minutos medidos y revisiones periódicas para decidir si juega, entra desde el banquillo o descansa por completo. Si la respuesta clínica es buena, podrá volver a sumar continuidad de forma progresiva; si las molestias persisten, el club optará por parar a tiempo antes de que el cuadro se cronifique.
Para el Barça y para su selección, el mensaje es el mismo: proteger a una promesa que ya compite como adulto, con la paciencia y la planificación que exige un talento llamado a marcar época.











