
Una nueva controversia sacude a Canadá tras conocerse que el parque marino Marineland, ubicado en Niagara Falls, ha amenazado con sacrificar a sus 30 ballenas restantes si el gobierno federal no otorga apoyo financiero inmediato. La administración del parque, que cerró definitivamente sus puertas en 2024, asegura estar al borde de la bancarrota y afirma que ya no puede costear el cuidado y la alimentación de los animales.
La denuncia se conoció a través de una carta enviada a las autoridades canadienses, citada por varios medios nacionales e internacionales, en la que los responsables del parque advierten sobre su incapacidad de mantener a los mamíferos marinos con vida sin asistencia económica. El caso ha provocado una ola de indignación entre activistas por los derechos de los animales, quienes calificaron la medida como un “chantaje inaceptable” y exigieron al gobierno que intervenga para rescatar y trasladar las ballenas a santuarios seguros.
La ministra de Pesca y Océanos, Joanne Thompson, rechazó inicialmente las solicitudes de ayuda económica y también bloqueó una propuesta previa para exportar las ballenas a China, una decisión celebrada por grupos ambientalistas. Sin embargo, la situación de emergencia reabre el debate sobre la falta de infraestructura en Canadá para albergar animales marinos rescatados.
Durante años, Marineland fue objeto de múltiples denuncias por maltrato animal, condiciones inadecuadas de confinamiento y muertes recurrentes de mamíferos marinos. El caso más emblemático fue el de la orca “Kiska”, conocida mundialmente como “la ballena más solitaria del mundo”, que murió en 2023 tras pasar más de una década viviendo sola en un tanque de cemento.
Su imagen golpeando las paredes del acuario se convirtió en símbolo de la crueldad del cautiverio marino. Tras su cierre, el parque debía garantizar el bienestar de los animales restantes, pero los informes más recientes indican que la falta de recursos financieros y supervisión ha puesto a las ballenas en riesgo inminente. Organizaciones como Whale Sanctuary Project y Humane Society International han ofrecido asistencia para reubicar a los cetáceos en refugios naturales, aunque advierten que el proceso requiere coordinación y apoyo gubernamental urgente.
El caso reabre el debate ético sobre el futuro de los parques marinos y el papel del Estado en la protección de especies mantenidas en cautiverio. Mientras tanto, la población canadiense observa con creciente preocupación el destino de las últimas ballenas de Marineland, cuya supervivencia podría depender de una decisión política en los próximos días.











