
Hace más de cuatro décadas, un grupo de jóvenes bolivianos creyó en un sueño: construir un país libre de dictaduras, sin miedo y con justicia social. Eran los verdaderos fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), una organización que nació para enfrentar el régimen de Banzer y las sombras de la represión militar. El 15 de enero de 1981, en la Calle Harrington, ocho de ellos fueron asesinados por fuerzas paramilitares del dictador García Meza; con aquella masacre no solo se apagaron sus vidas, también se extinguió el espíritu original del MIR, el ideal de una izquierda democrática y honesta que jamás llegó a consolidarse.
“Lo que nace de una manera, muere de la misma manera; el tiempo no la cambia.” Los caídos —Ramiro Velasco Romero, Gonzalo Barrón Álvarez, Juan Carlos y Carlos Flores Bedregal, José Reyes Gómez, Ramiro Velasco Calderón, Artemio Camargo y Bernardo Araníbar Quiroga— representan una herida abierta en la historia del país. Su sacrificio fue traicionado años después cuando los sobrevivientes del movimiento pactaron con el propio Banzer, el mismo a quien habían combatido; aquel acuerdo marcó el inicio del fin: el MIR cambió la lucha por la conveniencia, la ideología por el cálculo político y la revolución por la comodidad del poder.
Desde entonces, lo que alguna vez fue un partido de ideales se transformó en un vehículo vacío, hasta desaparecer en la indiferencia y el olvido. Hoy Bolivia repite la historia. Rodrigo Paz Pereira, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora —líder del viejo MIR—, llega al poder bajo el discurso de la moderación, proclamándose socialdemócrata y centrista; pero tras ese lenguaje moderno se esconde la misma matriz ideológica de la vieja izquierda latinoamericana: intervencionista, estatalista y pragmática según la conveniencia.
La etapa que viene no es un giro de timón, sino la continuidad del evismo —con o sin Evo—: la misma lógica de poder, las mismas redes y el mismo enfoque estatalista reempacado como “centro moderado”. No es el cambio que el pueblo esperaba, sino una reedición del pasado con rostro joven. Bolivia no ha cambiado de rumbo: solo ha cambiado de nombres..
“Lo que nace de una manera, muere de la misma manera; el tiempo no la cambia.”
Autor:
Williams Valverde.
Bolivia está cambiando nombres, no caminos
“Lo que nace de una manera, muere de la misma manera; el tiempo no la cambia.”











