Tercer mandato o quinto: nada cambiaría
Aunque Donald Trump sugiera un tercer mandato —o cinco más— su gestión no mejoraría. ¿Por qué? Porque los resultados no dependen de la insistencia del candidato, sino de su capacidad para diseñar políticas coherentes, construir consensos y ejecutar con eficacia. Lo visto hasta ahora marca el límite real de su proyecto: un repertorio que se repite, fórmulas que no evolucionan y una comunicación pensada para la agitación, no para la solución.
Cinco años de poder efectivo deberían bastar para mostrar un giro sustantivo en las áreas más sensibles, y no ocurrió. En inmigración, el mensaje se mantuvo rígido sin producir una arquitectura duradera de gestión fronteriza, modernización administrativa ni acuerdos legislativos sostenibles. En lo político, predominó la confrontación sobre la negociación; en lo institucional, el énfasis estuvo en tensionar los límites más que en gobernar con estabilidad. El saldo: polarización alta y reformas estructurales escasas.
Por eso, hablar de extender mandatos no despeja las dudas de fondo: repetir el mismo liderazgo con las mismas herramientas solo reproduce los mismos resultados. La democracia no se fortalece acumulando periodos, sino corrigiendo rumbos, elevando el nivel intelectual de la discusión pública y entregando políticas medibles. Si no hay cambio de método, de equipo y de prioridades, la promesa de “más tiempo” es apenas un eslogan sin mejora tangible.












