
Estados Unidos ha abierto la puerta al regreso de las pruebas nucleares, después de más de tres décadas sin ensayos de este tipo. El presidente Donald Trump ordenó la reanudación “inmediata” de los preparativos, argumentando que otros países han reactivado programas estratégicos avanzados, incluida Rusia, que recientemente probó el dron submarino nuclear Poseidón y un misil de propulsión nuclear con alcance teóricamente ilimitado.
Ambos sistemas fueron presentados por Moscú como armas capaces de evadir defensas y alcanzar objetivos en cualquier continente. La decisión marca un giro significativo en la postura estadounidense sobre el control nuclear, especialmente tras considerar que el último ensayo de Washington tuvo lugar en 1992, en el actual Sitio de Seguridad Nacional de Nevada. Aunque no se han detallado qué armas podrían probarse ni el calendario, la orden provocó reacciones inmediatas en el Congreso.
Legisladores demócratas han anunciado iniciativas para bloquear cualquier reanudación de ensayos, subrayando los riesgos de escalada global y retroceso en materia de no proliferación. Estados Unidos y Rusia siguen siendo las dos mayores potencias nucleares, seguidos por otros países como China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel.
La noticia llega en un contexto de creciente competencia estratégica entre potencias globales y revive el debate sobre las implicaciones éticas, militares y humanitarias del armamento nuclear, recordando las devastadoras consecuencias de Hiroshima y Nagasaki en 1945. El mundo observa con preocupación un escenario en el que los equilibrios de disuasión vuelven a ser centro de tensión internacional.











