La crisis climática nos ha puesto contra las cuerdas como humanidad. En este contexto, la tecnología ha querido asumir un papel de salvadora. Nos han prometido ciudades inteligentes, autos eléctricos sin emisiones, paneles solares que capturan la energía del sol, electrodomésticos que ahorran agua y energía… Todo parece apuntar a un futuro más limpio y sostenible.
Pero detrás del brillo de la llamada “tecnología verde” se esconden preguntas incómodas que es necesario hacer. ¿De verdad estas soluciones son tan ecológicas como parecen? ¿O simplemente estamos cayendo en una nueva forma de consumismo, ahora disfrazado de conciencia ambiental? La mayoría de los dispositivos “verdes” requiere minerales como litio, cobalto o tierras raras para su fabricación, los cuales son extraídos en condiciones muchas veces peligrosas, contaminantes y socialmente injustas.
Las baterías de los autos eléctricos, por ejemplo, tienen un ciclo de vida limitado y su reciclaje sigue siendo un problema no resuelto. Lo mismo ocurre con los paneles solares desechados o las turbinas eólicas abandonadas. Además, muchas marcas han adoptado estrategias de “greenwashing”, presentando sus productos como ecológicos sin evidencia real, simplemente para ganar popularidad o atraer consumidores preocupados por el medio ambiente. Así, compramos “tecnología verde” pensando que hacemos el bien… cuando