Las investigaciones sobre un presunto fraude a la asistencia social en Nueva York terminaron revelando un caso estremecedor que ha conmocionado a la opinión pública. Lorenz Kraus, un hombre de 53 años, fue arrestado luego de confesar públicamente haber estrangulado y enterrado en el jardín de su vivienda a sus propios padres, Franz y Theresia Kraus, desaparecidos desde hace varios años.
El caso salió a la luz cuando las autoridades, tras semanas de pesquisas, hallaron los restos de las víctimas en la propiedad familiar ubicada en el estado de Nueva York. El hallazgo llevó a los investigadores a centrar la atención en el hijo, quien accedió a una entrevista con la cadena local CBS6. Allí, frente a las cámaras, Kraus relató que la salud de sus padres, de 92 y 83 años al momento de su muerte, había empeorado drásticamente en 2017. Según su versión, tomó la decisión de estrangularlos bajo lo que describió como un supuesto “acto de misericordia”, aunque reconoció que ellos nunca lo habían solicitado.
Durante la conversación con el presentador Greg Floyd, el acusado comenzó con vacilaciones, pero tras ocho minutos de entrevista terminó confesando los hechos con una frialdad que sorprendió a la audiencia. “Sucedió muy rápido, no sufrieron”, afirmó, intentando justificar su accionar. Poco después de la grabación televisiva, Kraus abandonó el estudio y, en ese mismo instante, fue detenido por la policía que ya aguardaba su salida.
En una declaración escrita entregada a la estación de televisión, el hombre —hijo de sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial en Yugoslavia y Alemania— manifestó estar dispuesto a ofrecer una “confesión completa” y agregó que sus padres “sabían que iba cuesta abajo”. Sin embargo, la historia dio un nuevo giro en el ámbito judicial. En la primera audiencia tras su arresto, el abogado de Kraus presentó una declaración de “no culpable” pese a la confesión emitida en televisión, abriendo un complejo proceso legal que ahora enfrenta a la justicia con un relato que mezcla justificaciones personales, acusaciones de fraude y un trasfondo familiar marcado por el silencio durante años.
El caso no solo ha generado un fuerte impacto mediático en Estados Unidos, sino que también ha reavivado el debate sobre los límites de las confesiones públicas, la salud mental de los acusados y la responsabilidad ética en torno a los llamados “actos de misericordia”.