China dio un nuevo paso en su estrategia tecnológica al prohibir a algunas de sus principales compañías utilizar chips de Nvidia en determinados procesos, en un movimiento que refuerza las tensiones comerciales y tecnológicas con Estados Unidos. La Administración del Ciberespacio de China ordenó a gigantes como ByteDance, Alibaba y Tencent que dejen de emplear los procesadores gráficos RTX Pro 6000D, argumentando que estos productos, diseñados para tareas de inteligencia artificial y renderizado avanzado, incrementan la dependencia de proveedores extranjeros en un sector considerado estratégico para el futuro del país.
Según fuentes consultadas por Financial Times, la medida también incluye limitaciones en el uso del chip H20 de Nvidia, cuya comercialización ya había sido restringida en meses anteriores. Estas disposiciones afectan directamente a proyectos de desarrollo de inteligencia artificial, análisis de datos y plataformas de video, en los que empresas chinas estaban realizando pruebas con este tipo de hardware especializado.
Como consecuencia inmediata, algunas corporaciones se han visto obligadas a replantear sus planes de inversión tecnológica, recurriendo a fabricantes locales para suplir la carencia, mientras el gobierno insiste en que el objetivo es acelerar la autosuficiencia y reducir cualquier vulnerabilidad frente a las sanciones estadounidenses. La decisión generó un impacto también en los mercados financieros, con una caída en el valor de las acciones de Nvidia, que en los últimos años se había consolidado como uno de los líderes globales en chips de alto rendimiento.
Analistas consideran que este bloqueo forma parte de una competencia estratégica más amplia, en la que tanto Washington como Pekín buscan asegurarse el control de la cadena de suministro tecnológica y la capacidad de innovación en campos como la inteligencia artificial, la supercomputación y las telecomunicaciones.
Para China, la prioridad es fortalecer su industria doméstica de semiconductores, mientras que para Estados Unidos la meta es preservar la ventaja competitiva de sus empresas frente al avance asiático. Con esta nueva medida, queda claro que la llamada “guerra tecnológica” entre las dos potencias continúa intensificándose, con consecuencias que trascienden las fronteras y repercuten en la economía global.