El presidente Donald Trump organizó una cena en la Casa Blanca con los principales líderes tecnológicos de Estados Unidos, en un evento que generó gran expectación tanto en el ámbito empresarial como en el político. Entre los asistentes destacaron Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta; Tim Cook, director ejecutivo de Apple; Bill Gates, cofundador de Microsoft; Sundar Pichai, director ejecutivo de Google; y Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, además de otros representantes de compañías clave del sector.
La velada tuvo como objetivo principal consolidar el compromiso de estas empresas con la inversión en el país y abrir un canal directo de comunicación entre el gobierno y Silicon Valley. Trump sorprendió a los presentes al formular una pregunta clave a cada invitado: cuánto estaban dispuestos a invertir en Estados Unidos durante los próximos años.
Las respuestas no tardaron en llegar y fueron de magnitudes históricas: Zuckerberg y Cook anunciaron un plan conjunto de inversiones que alcanzaría los 600 mil millones de dólares hasta el año 2028, Pichai de Google se comprometió con un total de 250 mil millones, mientras que Satya Nadella de Microsoft prometió destinar alrededor de 80 mil millones de dólares anuales para proyectos de expansión e innovación tecnológica.
Estas cifras reflejan un esfuerzo sin precedentes de la industria por mostrarse alineada con la agenda económica de la administración. Sin embargo, la gran ausencia de la noche fue la de Elon Musk, director ejecutivo de Tesla, SpaceX y X, quien había mantenido una relación cercana con Trump en el pasado, pero que no asistió a la cita. Su silla vacía fue interpretada como una señal de distanciamiento, aunque Musk aclaró más tarde que sí había recibido la invitación y que no pudo acudir por motivos de agenda, enviando en su lugar a un representante.
Aun así, la ausencia fue percibida como un mensaje político en un momento en que Musk ha estado envuelto en tensiones tanto con el gobierno como con otros líderes tecnológicos. Para Trump, la cena fue una oportunidad de reafirmar su influencia sobre los gigantes de la tecnología y de presentarse como el impulsor de un nuevo capítulo en las relaciones entre el poder político y el empresarial en Estados Unidos.
La imagen de los líderes tecnológicos rodeando al presidente en un ambiente cordial y de acuerdos multimillonarios marca un punto de inflexión que podría definir el rumbo de las inversiones y la cooperación tecnológica en los próximos años.