El gobierno de Estados Unidos continúa endureciendo su política migratoria y ahora ha deportado a decenas de ciudadanos rusos que habían solicitado asilo por motivos políticos. Según un informe , al menos dos vuelos de deportación organizados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) trasladaron a más de 80 solicitantes de asilo rechazados hacia Moscú, con escala previa en Egipto.
Entre los deportados se encontraba un soldado ruso buscado por deserción, quien fue arrestado de inmediato a su llegada a Rusia, lo que desató una ola de críticas y preocupación internacional sobre el respeto a los derechos humanos de estas personas. Testimonios de los afectados describen condiciones inhumanas en los centros de detención migratoria en Estados Unidos, comparables a campos de internamiento.
“Tenía miedo de morir”, declaró uno de los deportados, denunciando la falta de atención médica, el hacinamiento y la alimentación insuficiente. Otro testimonio relató la magnitud del deterioro físico: “Pesaba 93 kilogramos antes de que me llevaran a un campo de internamiento. Un mes y medio después, pesaba 69 kilogramos”, dijo un ciudadano ruso deportado en junio.
Organizaciones de derechos humanos han condenado las deportaciones, advirtiendo que muchos de los retornados enfrentarán persecución política, juicios arbitrarios o incluso torturas en Rusia. La decisión de Washington refleja una política migratoria que, bajo la actual administración, ha expandido las deportaciones masivas incluso a naciones donde existen riesgos evidentes de persecución.
Críticos denuncian que este proceder contradice el principio internacional de “no devolución” —non-refoulement— que prohíbe enviar a refugiados de vuelta a países donde su vida o libertad corran peligro. Mientras tanto, los testimonios de los deportados ponen en evidencia un doble drama: el de sufrir condiciones degradantes en Estados Unidos y el de regresar forzosamente a un país donde sus vidas están amenazadas.