La tensión militar entre Rusia y Occidente volvió a escalar con un nuevo incidente aéreo frente a las costas de Alaska. El miércoles, cazas estadounidenses y canadienses despegaron de urgencia para interceptar a cuatro aeronaves rusas que habían ingresado en la Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ), un espacio internacional controlado por Estados Unidos y Canadá con fines de seguridad.
De acuerdo con los reportes oficiales, la formación rusa estaba compuesta por dos bombarderos estratégicos de largo alcance Tu-95, escoltados por dos cazas modernos Su-35, cuya presencia generó una inmediata respuesta de defensa. El Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD) confirmó la operación e informó que desplegó un avión de alerta temprana E-3, cuatro cazas F-16 y cuatro aviones cisterna KC-135 para garantizar la identificación positiva y el acompañamiento de los aparatos rusos.
Aunque las autoridades subrayan que estos vuelos no representaron una incursión en el espacio aéreo soberano de Estados Unidos o Canadá, la frecuencia de estos incidentes ha encendido las alarmas en Washington y entre sus aliados. Expertos militares consideran que estas maniobras forman parte de un patrón de provocaciones destinadas a medir la capacidad de reacción de la OTAN en un momento de tensiones políticas globales.
El episodio se suma a una cadena de confrontaciones recientes. En Europa, Dinamarca aún investiga la aparición de grandes drones no identificados que interrumpieron masivamente las operaciones en el aeropuerto de Copenhague, mientras que en septiembre aviones polacos y de la OTAN derribaron drones rusos que cruzaron al espacio aéreo polaco.
También Estonia denunció violaciones de su espacio aéreo por parte de aviones militares rusos, reforzando la percepción de que Moscú busca enviar mensajes de fuerza tanto en el Ártico como en el continente europeo. No es la primera vez que Alaska se convierte en escenario de estas tensiones. Hace apenas un mes, un avión de reconocimiento ruso fue detectado varias veces en la misma zona, y en septiembre de 2024 un video divulgado por el NORAD mostró la peligrosa cercanía de un aparato ruso a un avión estadounidense, maniobra que fue calificada de insegura y poco profesional.
Estos hechos consolidan la idea de que la ADIZ, pese a ser un espacio internacional, se ha transformado en un tablero de prueba permanente entre potencias rivales. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, respaldó esta semana el mensaje del presidente estadounidense Donald Trump, quien advirtió que no dudará en ordenar el derribo de aeronaves rusas si estas cruzan al espacio aéreo aliado.
“Si es necesario, estoy completamente de acuerdo con el presidente Trump en esto”, afirmó Rutte en declaraciones a Fox News. La discusión, sin embargo, abre un debate dentro de la Alianza Atlántica sobre los límites de una represalia y el riesgo de que un incidente de este tipo desemboque en un conflicto de mayor magnitud.
Por ahora, los aviones rusos se mantuvieron fuera del espacio soberano de Estados Unidos y Canadá, aunque pusieron a prueba las defensas y aumentaron la presión en un escenario ya marcado por la desconfianza. Cada vuelo, cada maniobra y cada interceptación se convierte en un recordatorio de que el equilibrio aéreo en el hemisferio norte es cada vez más frágil y que un error de cálculo podría tener consecuencias imprevisibles.