Una tragedia silenciosa se cierne sobre la región de San Petersburgo, donde al menos 25 personas han perdido la vida en las últimas semanas tras consumir alcohol adulterado. El fenómeno, que ha despertado una profunda alarma en la sociedad rusa, podría ser aún más grave de lo que reflejan las cifras oficiales, ya que las autoridades no descartan que exista un número mayor de casos no reportados.
Tras días de investigaciones, la policía local informó que se logró identificar a la empresa sospechosa de haber puesto en circulación el alcohol tóxico. Según la vocera policial Irina Wolk, las instalaciones de esta compañía, ubicadas en el distrito de Tosno al sureste de San Petersburgo, fueron intervenidas y registradas en busca de pruebas que confirmen la responsabilidad de sus operaciones.
Los primeros indicios apuntan a la presencia de metanol, una variante química de alcohol utilizado comúnmente como solvente o combustible, pero altamente tóxico para el consumo humano. Su ingesta provoca envenenamiento severo que puede derivar en la pérdida de la vista, daños irreversibles en órganos vitales y, en los casos más extremos, la muerte. Durante el mes de septiembre, las autoridades sanitarias de la región ya habían registrado múltiples decesos vinculados al consumo de estas bebidas adulteradas. El canal de Telegram Baza incluso elevó la cifra de fallecidos a 33, aunque esta información no ha sido confirmada oficialmente.
En paralelo, las fuerzas de seguridad intensificaron las pesquisas y hasta el momento se han producido once arrestos relacionados con la producción y distribución del alcohol contaminado. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, calificó el suceso como un “incidente completamente inusual”, aunque admitió que este tipo de tragedias se repiten de forma periódica en Rusia, especialmente en contextos de crisis económica, cuando el alcohol de producción oficial se vuelve inaccesible para gran parte de la población y aumentan las ventas de productos ilegales en mercados paralelos. Los antecedentes son dolorosos y reveladores.
En 2016, la región de Siberia fue escenario de una catástrofe similar que costó la vida a 75 personas, luego de que se distribuyera vodka mezclado con un aditivo de baño que contenía metanol. Pese a las prohibiciones vigentes, en numerosas aldeas rusas persiste la práctica de la llamada “quema negra”, una tradición clandestina de destilación casera que, sin controles ni regulaciones, incrementa el riesgo de intoxicaciones masivas.
Esta nueva ola de muertes en San Petersburgo reabre un debate urgente sobre la fiscalización de bebidas alcohólicas en Rusia y el acceso a productos seguros, recordando a la sociedad que detrás de cada cifra se esconden familias devastadas por una tragedia que podría haberse evitado.