Las recientes primarias demócratas en Nueva York no solo han sorprendido por el resultado: han despertado preguntas más profundas sobre la identidad política y cultural de Estados Unidos. La posible llegada de un líder musulmán con un discurso abiertamente socialista al puesto de alcalde de la ciudad más emblemática del país no puede pasar desapercibida.
Para muchos, entre los que me incluyo, esto no representa un avance, sino una clara contradicción con los principios fundacionales del país. Estados Unidos, más allá de su diversidad, es un país capitalista, basado en la libertad individual, la propiedad privada y el mérito empresarial. Nueva York es su vitrina. Que un candidato que promueve la gratuidad del transporte, el congelamiento de rentas y un discurso alineado con sectores que históricamente se han mostrado críticos hacia el sistema estadounidense gane una primaria tan importante, es preocupante.
Pero más aún lo es el hecho de que este candidato represente valores ideológicos y religiosos que no siempre han sido compatibles con los principios democráticos occidentales. No se trata de discriminar por religión, sino de cuestionar con firmeza qué tipo de liderazgo queremos para una ciudad que es símbolo de libertad, economía global y pluralismo funcional, no de conflictos ideológicos y visiones colectivistas impuestas.
¿Estamos premiando la diversidad sin analizar el fondo de las ideas? ¿Hasta qué punto la tolerancia está reemplazando la defensa de nuestros valores centrales?
Yo creo que esta elección es una advertencia. No se trata solo de quién gane una alcaldía, sino de hacia dónde está girando la brújula moral y política de Estados Unidos. Y si no lo decimos ahora, cuando despertemos, quizá ya sea tarde para recordar de qué país venimos.
Williams Valverde.